Miguel Abuelo♥

Rara avis del rock nacional, Miguel Abuelo entró, salió y volvió a entrar en los libros de historia de estenero. Estuvo allí cuando todo era nada, al principio, y volvió a dejar su imborrable huella en la década del ochenta. Cualquiera que lo haya conocido puede imaginar sus gestos y actitud al pronunciar, en su regreso de 1981, frases como “¡Vamos a dar vuelta la música aburrida y triste de la Argentina!” Para los que jamás se lo cruzaron, basta con ponerle cara al estereotipo de un petiso canchero y arrogante, capaz de pronunciar en puntas de pie y sacando pecho una serie de sentencias para el bronce o al menos para un inconcluso libro de poesía.

Estuvo en el epicentro del grupo creativo que dio forma a las primeras canciones y anécdotas del hippismo porteño y el rock en Argentina, con La balsa, El oso, Jugo de tomate y Amor de primavera entrelazados para siempre con el diminuto monoambiente del rock club La Cueva, el arenero de Plaza Francia, las playas de Olivos, las caminatas hasta La Perla de Once y las noches en calabozo por tener pelo largo. Casi de casualidad, por estar en el lugar indicado en el momento indicado, terminó creando la mejor encarnación local del vuelo psicodélico de los Beatles del Magical Mystery Tour. La anécdota es increíble: en 1968 le mintió a un productor sobre una banda pop llamada Los Abuelos de la Nada, y ante la oferta de grabar un disco no le quedó otra que inventarla. En apenas un par de meses, compuso e imaginó los arreglos tan Penny Lane de Diana divaga, que lamentablemente no tuvo repercusión alguna. Después, en 1968 y 1970 sacó simples como solista en el sello independiente Mandioca, pero tanto Oye niño como Mariposas de madera volvieron a pasar desapercibidos.

Y justo cuando un viaje a Europa –y posterior década de peregrinaje– parecían haberlo destinado al territorio de los mitos olvidados, en 1981 pronunció aquella frase premonitoria y la cumplió de manera sorprendente. Abuelo dio vuelta la música rock y pop en Argentina. Porque Los Abuelos de la Nada, en su versión de los años ochenta, se convirtió en uno de los grupos más importantes y populares del país, amplificando en un formato pop su poesía casi clásica, hedonista y desprejuiciada, aunque de estructuras hispanas antiguas. Ya había leído a Whitman y Hölderlin, como aullaba casi ginsbergianamente en Buen día, día, pero en realidad sus raíces estaban más cerca de Rafael Hernández, Rubén Darío y Federico García Lorca.

Al estilo del pop perfecto de cualquier lugar del mundo, los temas de Los Abu
elos de la Nada eran verdaderos lobos disfrazados de cordero. Parecían inocentes versos, pero encarnaban la cultura rock más auténtica. Había hits inmediatos cantados por Andrés Calamaro, momentos rockeros de Gustavo Bazterrica y hasta pinceladas de reggae de Daniel Melingo, pero la poesía de Miguel Abuelo también estaba en su plenitud. En un momento donde los artistas más famosos se mareaban en el virtuosismo del jazz-rock, como Seru Girán y Spinetta Jade, él abrazó los ritmos latinos y cantó acerca de guindillas ardientes, marineros bengalíes, bóvedas siderales y un “Jesucristo Super Italpark”. Incluso hizo realidad su definición del grupo como “una estrella de seis puntas”, y dejó que cada integrante desarrollara su talento y su ego, aunque eso sólo pudiera conducir al conflicto interno.

Sin Cachorro López, ni Calamaro, ni Bazterrica, tuvo otro inmenso hit con Cosas mías, que hasta fue adoptado por las hinchadas del fútb
ol. Pero su presencia parecía diluirse y, durante muchos meses, no volvió a brillar. Enfermó en el verano de 1988, se internó, le dieron el alta y enseguida volvió a una clínica. Murió el 26 de marzo, un día como hoy.

“El recuerdo que más perdura es el de su desfachatez”

Pipo Lernoud y Juanjo Carmona se conocen hace bastante tiempo, más precisamente desde que Carmona le contó su idea de escribir un libro sobre Miguel Abuelo, a quien Lernoud conoció a mediados de los sesenta. La biografía (Paladín de la libertad), se editó en 2006. Hoy, ambos aportan su mirada sobre Miguel Ángel Peralta.

“El recuerdo que más perdura es el de su desfachatez –dice Carmona–, más de su vida que de su arte. Lo genial es que, desde esa soltura, lograba ser profundo”. Lernoud agrega: “No es sólo desfachatez. Yo veo dos cosas. Por un lado, su imparable voluntad de confrontar y desa
fiar. Por otra, esa cosa del genio que, sin darse cuenta, capta una verdad. Desde chico, ya en los primeros Abuelos de la Nada, era todo un paranoico, y eso le permitía percibir la realidad con mayor precisión. El tipo que es así es alguien que ve todo”.

Según su biógrafo, todos los discos de Miguel Abuelo siguen vigentes. “Salvo quizás el pop de
los ochenta –dice– pero de todas formas está de moda la década, así que esos sonidos no molestan. Escucho Vasos y besos o Cosas mías y son tan actuales que podrían haber salido ahora. Los temas de los años sesenta tienen tanta frescura que se mantienen bien. Y su voz es atemporal.”

A Lernoud le sorprende que músicos actuales como Flopa, Florencia Ruiz, Juan Ravioli y Gabo hayan redescubierto al Miguel de Oye niño. “Para ellos es un referente
en eso de jugarse totalmente por la poesía,” dice.



Fuente: http://www.rocknoticias.com.ar/noticia.asp?id=436

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