Quien no arriesga no gana.

Te dicen eso y te rompen el mundo en dos. Porque sabes que tienen razón, pero no sabes cómo afrontarlo. Y es que es verdad, quien no juega a la lotería, nunca se hará millonario gracias a ella, quien no se presenta a un exámen jamás lo aprobará, quien no entiende una mirada, jamás comprenderá una explicación.

Pasan las horas, los días, las semanas. Creces y te vas dando cuenta de que la vida no es el juego que pensabas sería de mayor, de que hay que sacrificarse en muchas más cosas de las que pensabas. Que la vida no es tan fácil y tan bonita como la esperabas, que la mitad de las cosas que tienes que hacer ni siquiera te gustan. Pero luego llega ese pequeño momento que lo compensa todo, y entonces tu vida vuelve a ser tan bonita como lo era antes. O eso piensas.

Pero esos pequeños momentos no duran toda la vida, nadie te ha prometido una eternidad de pequeños momentos, y mucho menos alguien pasajero en tu vida, como lo han sido tantas personas que pensaste que no perderías nunca. ¿Pero es que nadie se ha dado cuenta de que en algún momento tiene que llegar esa persona que no será pasajera? ¿esa persona que estará a tu lado el resto de tu vida? ¿o es que eso ya no existe?

Te paras a pensar, das un repaso a tu vida. ¿De verdad ésto es lo que querías? ¿es suficiente lo que tienes para ser feliz el resto de tu vida? Obviamente no. Es más, creo que nunca se es del todo feliz, siempre nos falta algo, pero se puede vivir muy agusto en determinadas circunstancias. Nos encontramos ahora ante el problema de encontrar las circunstancias adecuadas. Creo que es el mayor quebradero de cabeza, que muchos no saben ni lo que quieren. Y otros, aún teniendo lo que les haría felices, no saben apreciarlo y, simplemente, lo dejan escapar.

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